sábado, 22 de agosto de 2009

La playa

He puesto a lavar las sábanas y me he mareado arrodillada frente a la lavadora; me ha dado una arcada cuando he sentido el olor de las horas pasadas, que no estoy del todo segura de haber querido vivir. Procuro pensar que aquello no fue real, pero lo cierto es que han caído al suelo algunos granos de arena.

Volvimos de la playa, después de un largo viaje, y en mi cama ahogamos el desamor que nos quedaba, después de habernos prometido que se había acabado mientras nos dábamos el último baño en el mar con el firme propósito de que esa era la última vez que ibas a estar dentro de mí.

Qué idiotas, ¿es que no lo sabíamos? Ya habíamos aprendido que después de tanto tiempo de recorrernos el cuerpo de todas las maneras posibles nos negamos a desenganchar nuestras pieles a pesar de que nuestras cabezas sepan que ya no hay más.

Pero no. Volvimos a Madrid y nos tiramos en la cama, desgarrándonos el alma con cada beso -que en realidad eran mordiscos-, diciéndonos con las manos que no éramos capaces de asumir la última vez y cayendo en ese ritmo frenético del sexo cuando se cree que la persona que tenemos entre los brazos se nos va a escurrir. Ese ritmo rápido y mecánico, pero certero y experimentado. Ese ritmo que no falla cuando se tiene a alguien delante cuyo cuerpo se conoce bien, haciéndolo todo a la perfección. La playa se vino a mi cama, durante un día y medio entero, casi sin parar.

Y chupándote me sabías a mar mezclado con la canela a la que siempre me supo el camino que empieza bajo tu ombligo.

Y mordiéndote me dije que por qué no intentarlo, que por qué no dejar que nuestros cuerpos decidieran, y nuestros cuerpos decidían hacer el amor para siempre.

Y gimiéndote te dije que no te fueras, que no podías irte, que no podías dejarme así.

Y llorando me dijiste que no, que adónde ibas a ir tú sin mí, y que no querías que acabara el verano, que no querías tener que salir de la cama y renunciar a nuestros cuerpos desnudos.

Y riéndome te vi reír y empezar de nuevo a darme lo que mejor me sabes dar y me prometí que lo iba a intentar.

Y sobresaltada me desperté en medio de la noche y sentí ese olor que luego notaría al lavar las sábanas y me di cuenta de que no, que no, que no podía ser.

Y te despertaste y me dijiste qué te pasa y te dije no es nada, duérmete, me ha despertado el calor.

Y me contestaste, sí hace mucho calor, ojalá estuviéramos aún en la playa.

Y me abrazaste mientras yo te mentía y te decía sí, ojalá.

3 comentarios:

Losbutilio dijo...

Me pasa como a RO... No más palabras.

la elfa dijo...

Y a mi me pasa como a Jorge... me gusta el relato pero el tono no tanto, linda. No mas post tristes, no mas amargura, no mas rencor. Aunque te sale siempre tan bien, tan bonito... que ironia. Love you. Tu H

Anónimo dijo...

a mi me pasa como a la Elfa, no más, se acabó.


Patricia