viernes, 23 de julio de 2010

Manos (o cómo amar en Nepal)

En la fiesta del cole de las niñas saludando a un profesor

En este país en el que me encuentro se usan las manos para comer, para rezar, para saludar -namaste-, para dar las gracias, para jugar.
Y para querer.

Entendí ese lenguaje el primer día, cuando las más pequeñas de las niñas con las que aquí estoy me miraban sólo cuando yo no las miraba a ellas y se mostraban terriblemente tímidas cuando les hablaba. Sin embargo, cuando las dejo estar, con la cabeza apuntando en dirección opuesta a mí, me cogen la mano tímidamente, primero rozándome con un dedo y, poco a poco, agarrándomela con toda la fuerza que sus escasos años de vida les permiten.

Mi mano en las de Tika

Así me paso los días, aprendiendo a tocar y a rozar manos ajenas, incluso rostros, aprendiendo el maravilloso lenguaje de las manos, lengua muerta en nuestro occidente.

Hace dos días, mis nuevos amigos empezaron a darme la mano al despedirse de mí, algunos lo hacen formalmente, otros simplemente me la rozan. Aquí no hay besos, sólo los que les doy a las niñas y que excepcionalmente algunas se atreven a devolverme después de darme las gracias.

Los besos son mi manera de darles amor, pero no necesito los suyos. No los echo de menos: me valen los roces en los meñiques, las niñas mayores cogiéndome de la mano para llevarme a la mesa, las pequeñas robándome caricias y jugando con mi pelo con sus manos diminutas y tostadas al sol del Himalaya.

Sabina volando sobre mis piernas

Con mis manos agarro con fuerza las suyas para hacerlas volar sobre mis piernas. Las sueltan, extienden los brazos y se creen las águilas que habitan en sus montañas. Y me lo dicen: "I am a bird". Ellas saben lo que es la libertad ahora que la vida les ha dado una oportunidad.

Con las manos aprendo que no estoy sola aquí, con las manos me dicen "vuelve".

En realidad, todo lo que aquí se está gestando ha empezado por las manos -las que escribieron un mail solicitando ir a Kathmandú a colaborar con el proyecto, las que cogieron las flores e hicieron un ramo con ellas, las que cocinaron un plato exquisito, las que tocaron, las que acariciaron, las que dijeron "Namaste, nice to meet you"-. Y no me puede parecer más mágico.