miércoles, 17 de junio de 2009

Perdona

Perdona que no haya sabido ser ligera. Perdona que me pesen tanto los huesos. Perdóname por querer olvidar tu nombre y el sonido inexistente de tus pasos. Perdona que haya decidido zafarme de tu abrazo interminable en la noche, perdona por haber decidido no arriesgarme a seguirte, perdóname por decidir que ya no existimos, perdóname por no permitirme ser feliz de mentira, perdóname por pretender ser feliz de verdad.

Perdóname por no haber impedido que cada embestida me confundiera, perdóname por no saber follar como se nos enseñó en los 90, perdóname por mi dependencia inesperada, perdóname por morder la almohada, perdóname por los días tristes, perdona mi melancolía atada a tu cama.

Perdóname por haber entrado aquel día en aquel bar, perdóname por haber olvidado la última palabra que dijiste, perdóname por haber roto tu silencio, por haber silenciado tu gemido, por haberte dicho que en el fondo te quería, por haber decidido que ser cobardes -a veces- es de valientes.

Perdona por haber hecho de un oasis todo un desierto, por haberme comido toda la manzana, por haber dejado que las lágrimas empaparan tu cama, por haber hecho que la cama se expandiera fuera de las paredes de tu habitación y se convirtiera en un mundo que sólo existía para mí. Perdóname por haber estirado mis sentimientos como si fueran mis propios brazos enredados en tu pelo.

Y te perdono por haberme venido a buscar como un enamorado cuando eras un amante; te perdono por los años perdidos, por la vida que prometiste en cada gesto que malinterpreté; y te perdono por dejarme creer cosas que sabías que no existían, te perdono por haberme sujetado la cabeza y por saber verme llorar con la fortaleza que siempre busqué. Te perdono por existir brevemente.

martes, 9 de junio de 2009

Frío

Eres capaz de hacerme un corte y dejar que sangre a borbotones sin que me duela. Me tocas y dejo de sangrar. La herida se cierra. Ni rastro. Sólo sé que me siento mejor.

Es como un trance: llegas, abres sin más rodeos que los necesarios y yo me quedo quieta, sin dolor y sin lágrimas, mientras tú drenas mi sangre contaminada para rellenarme de una nueva.

Te vas.

Un buen rato después, cuando me siento curada y ni siquiera alcanzo a ver la cicatriz, me da por crear surcos en mis mejillas en los que queda un poso salado de algo parecido al alivio.

Y agradezco la brevedad de tu presencia, lo escueto de cada una de tus frases, la precisión de tu bisturí, la frialdad de tu mirada. No entiendo cómo tu gelidez y tu distancia me generan la debilidad necesaria para acercarme al mundo. No hace falta entenderlo.

jueves, 4 de junio de 2009

In the sky

Me llamo Nayra. Soy isleña. Vivo en Madrid.

A menudo me preguntan si no echo de menos el mar.
Más bien, lo dan por hecho: Extrañarás mucho el mar, ¿no?
A mí me da entre pena y vergüenza decir que no mucho. Sí, bueno, claro que lo echo de menos, pero no es que lo pase fatal como le ocurre a muchas personas, suelo contestar.
Ayer me lo preguntó Raúl, y me di cuenta de que me falta el mar, pero no es nada comparado con cómo echo de menos el cielo.

Ya sé que precisamente el cielo se puede ver desde cualquier sitio, pero el cielo de una ciudad, no es un cielo en condiciones. El cielo de una ciudad no tiene estrellas, no se queda oscuro, no refugia, no cubre. El cielo de Madrid es hermoso, pero nunca pienso: quiero estar allí arriba.

Cuando vivía en laisla, en cambio, lo pensaba continuamente. En mi tierra el cielo se te echa encima, lejano, pero pesado, presente e intenso, como un manto espeso y denso, capaz de envolverte o de aplastarte como una losa. Cuando vuelvo, aún pienso en que me gustaría elevarme y estar en ese cielo; no en un sentido bíblico, entiéndanme, sino en un sentido etéreo, por aquello de vagar, por aquello de volar, por aquello de no estar, pero sin irme del todo.

Y es por esto que mi nuevo blog se llama así, porque en el cielo es donde quiero estar, porque es en las nubes donde estoy la mayor parte del tiempo. Por eso y por la psicodelia que me inspira la canción de los Bítels, claro. Ah, y por la rima, que es una de esas cosas simples y bonitas.

Este blog viene de otro. Otro que se me ha antojado cerrar, creo que porque también cerré una etapa y porque el señor gúguel ha decidido que quienquiera que meta mi nombre y apellidos en el buscador me encuentre, y estoy harta de escribir condicionada por eso (mis padres me dieron, entre otras cosas, apellidos singulares que nadie más combina como yo).

Y bien, aquí me tenéis. Juzgadme lo que queráis, prejuzgadme si es que no me conocéis. En el fondo, la tolerancia está sobrevalorada.