Eres capaz de hacerme un corte y dejar que sangre a borbotones sin que me duela. Me tocas y dejo de sangrar. La herida se cierra. Ni rastro. Sólo sé que me siento mejor.
Es como un trance: llegas, abres sin más rodeos que los necesarios y yo me quedo quieta, sin dolor y sin lágrimas, mientras tú drenas mi sangre contaminada para rellenarme de una nueva.
Te vas.
Un buen rato después, cuando me siento curada y ni siquiera alcanzo a ver la cicatriz, me da por crear surcos en mis mejillas en los que queda un poso salado de algo parecido al alivio.
Y agradezco la brevedad de tu presencia, lo escueto de cada una de tus frases, la precisión de tu bisturí, la frialdad de tu mirada. No entiendo cómo tu gelidez y tu distancia me generan la debilidad necesaria para acercarme al mundo. No hace falta entenderlo.
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3 comentarios:
Me encanta. Musu bero bat
Unos, o unas, drenan sangre y otras (Otra) drenan el mundo.
Y no lo sabe.
precioso... PRE-CIO-SO
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