martes, 13 de abril de 2010

Anhedonia

Quedan dos horas para las diez de la noche. Dos horas para irme a la cama a una hora mínimamente decente, aunque mucho más temprana de lo normal si tenemos en cuenta que me levanto a las ocho y cuarto de la mañana. Poniéndola a la tremenda, podría quedarme una hora y media, y me iría a la cama a las ridículas nueve y media, como vengo haciendo últimamente.

Hasta ahí, cálculos de horas que pueden resultar irrisorios si no supusieran las ganas de nada que tengo. Ganas de tumbar el tiempo sobre mi cama, en unas sábanas lisas que se vayan arrugando con minutos de vida perdidos por el disgusto de la inapetencia, por el temor a la confusión que hay ahí fuera.

Ganas de no mezclarme con nada ni con nadie, de que no pare de llover para tener una excusa que me resguarde bajo el edredón. Ya no puedo con el ruido de la tele, con el del teléfono, con el de las palabras de los demás que me llegan como un eco lejano e ignorante. No soporto las letras de los libros que ya no sé leer.

Siento como si cada día que pasa, desaprendiera una nueva lección, como si cada noche me acostara más necia de lo que me levanté, como si me volviera disléxica con cada palabra que escribo y sorda con cada palabra que escucho. Me levanto con una neurona menos cada mañana. Puedo sentir como una aspiradora absorbe mi serotonina y me deja carente de sensaciones y sentimientos. Puedo ver la nada como si fuera la Emperatriz Infantil de la peli de mi infancia.

Para entender el sentido de cada cosa que elegí en un mejor momento de mi vida, me sirvo de un retrovisor. Así entiendo por qué compré aquel vestido o por qué coloqué esa lámpara en ese lugar o por qué decidí que ella y yo podíamos ser amigas.

Anhedonia: ¿en qué hora enfermé de esta palabra absurda que niega el placer y su búsqueda? ¿En qué momento la multitud se convirtió en una maraña demasiado complicada para mis sentidos? ¿En qué lugar decidí que éste no es mi sitio?

2 comentarios:

El Guillotinador dijo...

Buf Nayra... tengo menos palabras que tú.

Anónimo dijo...

¡Más hedonismo y menos anhedonia!
Ahí está, pero se irá por donde ha venido. Así es esta mujer que le gusta la macedonia y se compra las medias en Calcedonia. Cuenta conmigo para apedrearla. Que deje ya en paz tu serotonina y eso que rima con asmo. Verás que pronto la nada se quedará en eso, en nada. Y ya no habrá más -onias, sino -ismos y -asmos. Muchos -asmos.